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  1. 198.
    Libera al fin sus pies de la tortura de los zapatos y se acerca hasta la palangana para lavarse como buenamente puede. Necesita un baño con urgencia y añora la tina de madera de La Pedralta.
    Intentará al día siguiente conocer la casa y valerse por sí misma. No está acostumbrada a tener a una persona pendiente de todos sus deseos, le quita libertad y ese es uno de sus bienes más preciados.
    Se seca vigorosamente hasta conseguir que la circulación de la sangre se normalice en sus pies que permanecían abotargados y se pone el camisón nuevo que adquirieron esa misma tarde.
    La cama es mullida y amplia, con suaves sábanas que parecen acariciar su piel y se abandona al descanso que pide a gritos su dolorido cuerpo.
    No sabe el tiempo trascurrido desde que se quedó dormida pero la habitación permanece en penumbra cuando sus ojos se abren tratando de ver algo en medio de la oscuridad.
    El silencio es absoluto y los brazos que rodean su cuerpo le impiden moverse para buscar una postura más cómoda.
    Contiene la respiración desesperadamente intentando no despertar al hombre que duerme a su lado y entonces comprende lo agotada que cayó en la cama. Ni siquiera lo escuchó entrar, ni desvestirse.
    El sueño de Rafael es tranquilo y pausado, no puede verlo pero sí sentir el calor de su cuerpo junto al suyo y la novedad que supone compartir cama con un hombre la llena de zozobra y nerviosismo hasta el punto de desear desaparecer en ese mismo instante.
    Permanece despierta durante lo que se le antoja una eternidad hasta que la luz del amanecer va disipando lentamente las sombras en la habitación y puede distinguir algunos de los muebles que la componen.
    Ningún ruido proveniente del exterior y recuerda que la casa es interior y difícilmente le puede llegar sonido alguno.
    Se dispone a abandonar sigilosamente la cama pero la mano que se mantenía sobre su cintura hace más presión y Julia se encuentra con la mirada penetrante de su marido.
    Su voz es más baja de lo habitual, está somnoliento pero su pregunta es clara y concisa.
    -¿Dónde vas?
    Se da cuenta de su comprometida situación e intenta no perder los nervios. Muy poco espacio los separa y la intimidad es total.
    Más, cuando su mano se dirige a la mejilla de la desconcertada joven y la acaricia para desplazarse hasta su nuca y presiona hasta que su boca queda peligrosamente cerca de la suya.
    No puede evitar el beso, como tampoco puede evitar el abrazo hasta que consigue recuperar algo de espacio y susurra una torpe excusa.
    -No....no creo que sean horas ¿no tenías cosa que hacer?
    La sonrisa le llena totalmente la cara y lejos de disuadirlo, sus palabras consiguen el efecto contrario, se incorpora sobre uno de sus brazos y la mirada se hace más intensa.
    -Tengo cosas por hacer, es cierto....pero te aseguro que pueden esperar.
    Se repite de nuevo lo sucedido la noche anterior con la diferencia de la luz. Algo que supone un sofoco añadido para la avergonzada joven.
    Pero es Rafael un hombre extraordianariamente delicado. Su tacto es exquisito y tiene muy en cuenta la inexperiencia de su mujer, también su timidez que a veces provocan su ternura.
    No es hasta bien amanecido que Julia puede por fin abandonar la cama y ya para entonces lo ha hecho su marido.
    Ha tenido la delicadeza de permitirle seguir con el camisón puesto dada la hora y ella se lo agradece infinitamente. Todavía no tienen la suficiente confianza y hay ciertas cosas que requieren de un tiempo prudencial para llevarlas a cabo.
    Abre totalmente la ventana y un ligero rumor proveniente de la calle llega hasta sus oídos. Respira profundamente y aspira el aire todavía fresco de las mañanas de junio.
    Lo piensa mejor y regresa a la cama. Es muy temprano y la casa le resulta extraña y ajena a ella, prefiere continuar un rato más tumbada y en silencio, soñando despierta.

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